jueves, 10 de julio de 2008

TOTAL ES MUDA



Al hacer su entrada al curso, me levanto del escritorio ante la pasividad del alumnado espontánea y fugazmente silenciado ante lo inusual de la interrupción.
Después de las presentaciones, el recién llegado-saco azul, camisa a rayitas celestes y blancas, pantalón gris oscuro, zapatos marrones viejos- con una sonrisa impostada intenta bromear sobre los estudios y hace algunas preguntas azarosas.
Una muchachita parecida a Cameron Díaz, pero de cabello castaño e inocultables granitos en la piel mate, contesta desde la segunda hilera. Algunos se codean e intentan burlas solapadas que la mirada focalizada de la Regente no alcanza a reprimir del todo.
- Un cuento que se llama “A la deriva”.
De espaldas a los que lo secundan, el visitante se dirige a mí y me mira para confirmar lo que acaba de oír.
Afirmo y, por las dudas, aclaro: -Es un cuento de Quiroga.
Ante el gesto confuso de las cejas de su interlocutor, quien ha sacado de su bolsillo una libretita y una lapicera, me apuro a agregar:- Horacio Quiroga.
Exageradamente interesado, ante las sonrisas nerviosas de sus acompañantes, la indolencia inconmovible del estudiantado y mi hartazgo, el inspector, dibujando minuciosamente cada letra, escribe A la deriva de Oracio Quiroga.
Después guarda prolijamente la libretita y, seguido por las autoridades del colegio, sonríe, saluda y se va.

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